junio 27, 2009

La Troca Salvaje

Cuando brincaba por el mundo a pasos cortos de avechucho recuerdo que los X - Games eran pero la onda. Unos güeyes tal cuales rockstars, sin la velocidad del riff pero la de la tabla, cuya mera adicción a los vuelos insensatos les procuraba patrocinios, morras, vueltas en paraísos tropicales y tantas otras desvanecencias con que la realidad establecida rellena la desolación de los ídolos que hacen girar sus rondanas. Cómo el rock también (o cómo tantas otras cosas: El amor, la trascendencia o la revolución y más) el juego de mercantilismo sucio inyectado en la mentes ociosas (adolescentes) para venderles playeras, tenis, videojuegos y guitarras punk divertidas e higienizadas era esa garantía inalienable del ser a dosis de emociones cardiacas que todo mundo creía tener derecho durante los noventa ¡Y una mierda! (así lo traducirían los de Anagrama). El afán de salir volando y dar tres vueltas en el aire no lego a mis contemporáneos nada más que los mejores madrazos de su vida. Y del acelere sólo nos quedó algo de resaca y un carajo: La subida de adrenalina era tan efímera como el tiempo que pasamos erguidos en el aire. Los hematomas, las cortadas, el sudor y la mugre pegada en las rodillas daban al aterrizaje la impresión de durar para siempre toda la semana. Y claro fue el tiempo (que, para ser una ficción, hace daños incalculables) quién dictaminó la solución a todo: Nos ardimos, nos separamos o juntos inventamos las nuevas maneras de perderlo cada año. Yo estaba cada vez más convencidos que, de volver a precipitar mi ser en una manera poco venturosa y en absoluto meditada, sería la porción mental y no la material la que se aventaría el viaje. De la espiritual ni se hable, yo aún no sé ni por dónde empezar. El caso es que así me mantuve desde que deje de ser niño hasta ahora que no termino de mutar en adulto (I'm not growin' up/I'm just burnin' out! a próposito del hazlo-tú-mismo de centro comercial). Estaba perfectamente conforme con esta decisión, convencido de tornarme en un cínico pazguato devorador de reses y aves y gordo y calvo, completamente inconsciente de alguna responsabilidad o integridad humanas. Sonaba perfecto pero, para el enajeando qué no se dio cuenta (que los hay), el pasado Jueves 25 de Junio de 2009 fue un día bizarro como una iguana marina tomando el sol sobre la calva de Diógenes. Y siguiendo ese orden de ideas a un ojete (mamón-hijoputa-cabrón) le pareció perfectamente natural, o incluso una tarea de inscripciones divertidamente perversas, arrollar al inadvertido a punto ex - peatón que se disponía plantar sus pies de inmediato sobre el camellón. Cómo fue ni sé, la versión más fiel de la historia (es decir la única fuente al que no podríamos adjudicar los vicios de víctima ni victimario) viene del amigo de esta publicación: El carnal Tock y sus múltiples impresiones, a saber: A) La lobo en el de alta B) La lobo cruzando los carriles hasta el de baja C) El rugido del motor multiplicando sus revoluciones D) La única, irrepetible postal de dos cuerpos sospechosamente etéreos casi a punto de deshacerse en la gravedad de nuevo. Cómo una pinga inoportuna me erguí por completó apenas toque suelo con el único próposito de volver a desplomarme fuera de peligro. Fue uno de esos momentos en los que, sin explicación alguna, mi consciencia pareciera querer ahorcarme: Empezé a cagarme cómo un condenado (de la risa, claro está). Jamás había estado tan elevado (de un sólo putazo, claro está) y entonces fui que lo entendí todo (no, en realidad, nada más 1 cosa): El dolorpuede resultar muy esclarecedor. Ahora toda experiencia será a la cabeza, en todo sentido.
* * *
Y para que se convenzcan que no es tan malo, un video:

1 comentario:

  1. Jajajajaja, nunca habías estado tan elevado, bombón. Pobre de ti.
    Cuéntame cómo sigues.
    Yo todavía, cuando veo ese video del niño, no puedo creerlo. ¡Parece de goma! El susto que se ha de haber llevado.

    Un beso.

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el que calla otorga